Después de once años trabajando en la Empresa Familiar estaba con mi papá, mi jefe, viajando en auto. Era un día soleado de octubre y queríamos ir a almorzar a un restaurante al aire libre. "Yo quiero dejar de trabajar, ¿vos estas seguro de que te vas a quedar con la empresa?".

Esa pregunta tuvo en mí el poder de la introspección. Me imaginé sentado toda la vida en el mismo escritorio siempre con el Excel abierto y me di cuenta que eso no me llenaba lo suficiente. “No, si vos te vas yo no sigo” le dije mientras pinchaba un pedazo de tarta.

Durante ese almuerzo imaginamos a qué se dedicaría cada uno luego de cerrar o, en el mejor de los casos, vender la empresa. “Estoy hecho para servir a los demás” declaré mientras sentía el calor del fuego del panqueque al rhum que llegaba a la mesa. Le conté que me imaginaba asesorando a otras PyMEs y compartiendo mi experiencia. Esa misma noche publiqué este blog, y compartí al mundo mis primeros escritos. Todavía faltaban 8 meses para mi desvinculación definitiva y para lanzarme de lleno a la Consultoría de Empresas Familiares.